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Especial

El viaje de los marchantes

La lejanía entre pueblos marca el modo de vida de las comunidades altiplánicas. No es de sorprender, entonces, que sus relatos den cuenta de largas y constantes travesías, a veces sin retorno.

Los marchantes viajaban larguísimos trechos para comercializar sus productos y llevar a sus poblados artículos escasos, principalmente quínoa, maíz, charqui y queso. Estos eran cargados por mulas, que transportaban sin descanso entre tambos, lugares donde la comitiva reponía energías para reanudar la marcha.

Cuando los marchantes llegaban a un pueblo causaban gran revuelo, generalmente eran vistos desde los cerros, los niños y niñas de esos poblados corrían la voz avisando su llegada. Modesto Canque relata que a los gritos de: "¡Ahí viene marchante, ahí viene marchante! Los cabros corrían a alcanzar al marchante. Para nosotros era una novedad porque ellos traían carne, sal, charqui, bufandas y varias cosas".

A su arribo a cada localidad, los viajeros debían conseguir autorización para trocar su mercadería. Los carabineros les otorgaban permiso a cambio de parte de sus productos, Isabel Amaru recuerda que una vez: "una pierna de llamo le dieron a carabineros porque tenía que darla, porque sino ellos no aguantaban que vendiera".

Cada pueblo contaba con un encargado que velaba por un trueque justo, el partidor, repartidor o celador revisaba la calidad de la mercadería y vigilaba una correcta distribución de los productos en la población. "Mataban [al animal] y decían: Ya, esta para fulano,esta para sotano. Ellos tenían calculado ya. Entonces los empezaban a vender: (…) y hacían cambios ¿por qué quieres? ¿por uva o por membrillo? ¿por breva? ¿o higos secos? Y los demás los vendía. Los tejidos, por ejemplo, que traían, los vendía en plata", recuerda Modesto Canque.

Familias disgregadas en el viaje

En estos recorridos era frecuente que miembros de una misma familia se separaran y que niños y niñas fueran dejados en casas de conocidos donde, a cambio de su mantención, debían realizar diverso tipo de trabajos.

Isabel Amaru, acompañaba a su padre marchante en sus travesías. Mientras él concretaba los trueques y vendía algunos productos, ella cuidaba a los animales. En uno de estos viajes, su padre y Elodías Valdés, habitante de Codpa, acordaron que Isabel se quedara en ese lugar para acompañar a la hija de Elodías. Acuerdo que en principio duraría seis meses, pero su padre nunca regresó. Ella lo esperó por largo tiempo: "Marchante que venía, miraba a ver si era mi papá y no era mi papá. De ahí me acostumbré, creo".

Modesto Canque oriundo de Guallatire, relata que su familia contaba con algunas cabezas de ganado que eran cargadas con charqui, queso y soya, productos que intercambiaban principalmente por maíz y frutas que abundaban en los valles.

En uno de esos viajes su padre lo dejó en Camarones. Desde ese momento, Modesto comenzó su propio viaje y nunca regresó con su familia, pues no le gustaba la vida de carencias que con ellos llevaba.

En 1948 partió a Arica arreando corderos, mientras alojaba en un tambo llamado Vaichichi. Después vinieron viajes a Cochiza y Codpa donde se dedicó a estudiar y a cosechar peras que, intercambiaba por charqui, llamo, quínoa y sal que traían los comerciantes bolivianos.

Ya de adulto, Modesto ofició de marchante, repartidor y arriero "Yo fui varias veces arriero. Fui a vender vino a Belén, Ticnamar, Huaicamarones. También iba a las guaneras a sacar guano. También trabajaba, tenía mis animales. Alcancé a tener como ocho animales entre burros y caballos", recuerda.

Imágenes, videos y documentos

El viaje de los marchantes
Vendimia
Inauguración de camino en Codpa
Inauguración de camino entre Codpa y Ofragia
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