Cartas de solidaridad
Esta es la historia de un vecino de Monte Patria y una joven española que sin conocerse personalmente tejieron una particular relación epistolar.
Esta es la historia de un vecino de Monte Patria y una joven española que sin conocerse personalmente tejieron una particular relación epistolar.
La Navidad de 1987 fue la primera vez que Inmaculada Aranzo escribió de puño y letra una carta a Orlando Rojas. Inma, como gustaba que la llamaran, tenía entonces 21 años y dedicaba la mayor parte de su tiempo a sus estudios de ingeniería industrial y a participar en un grupo cristiano que, entre otras iniciativas, desarrollaba actividades de solidaridad con presas/os políticas/os latinoamericanos.
"Me llamo Inma. No me conoces personalmente, pero te escribo porque he sabido que estas preso y me gustaría recibir noticias tuyas. Es difícil explicar los motivos de mi interés porque la verdad es que no es nada racional, me gustaría compartir contigo aunque sea el tiempo de escribir una carta y así saber que existes y tú saber que existo yo". Así inicia su contacto con Orlando Rojas, militante comunista con el que mantendrá una relación de amistad por más de 20 años.
Orlando relata que se unió al Partido Comunista siendo muy joven, vínculo que se gestó por un amor platónico que tocó su puerta: "Dos o tres sitios más acá vivía una vecina, se llamaba Isidora, era viuda, jovencita, bonita la dama y me gustaba la viuda. Ella me dice: Oye, te invito a una reunión a la tarde, a las 6. Yo como a las 4 estaba totalmente nervioso, yo miraba el reloj y no me pasaba a buscar, cuando en eso veo que se asoma (…) entonces me dice: Oye ¿querís ingresar al Partido Comunista?, Ya po' le dije yo. Ese fue el primer contacto con la cosa política, pero no era mi interés el partido, sino la viuda", recuerda.
En sus inicios como militante comunista se dedicó a organizar políticamente a trabajadores del salitre, del carbón y del sector agrícola. Por esta labor fue apresado en varias ocasiones durante el gobierno de Gabriel González Videla.
La primera vez fue relegado a la región de Magallanes, en el viaje una lectura lo inspiró a huir: "Una compañera me dijo: ¿Usted ha leído la vida de Lenin? ¿Quién es ese? El que hizo la revolución, me dijo, la revolución de octubre de 1917 en la Unión Soviética. No, le dije yo, no lo he leído. Empecé a leer y no dormí ninguna cuestión hasta que terminé, porque me entusiasmé. Lenin estuvo relegado en la Siberia, estuvo preso, pero de todas partes los viejos lo sacaban (…). En eso llegamos a San Rosendo y me dije: 'hasta aquí llego yo'. La compañera se asustó ¡Ay!- me dijo- lo van a pillar. Hasta aquí llego yo, usted me pasó ese libro, ahí está el compañero de la revolución, yo pa' allá voy también". Con ese estímulo histórico decidió escapar del tren que lo trasladaba al extremo sur, librándose de la cárcel.
Solidaridad durante la dictadura
El golpe militar de 1973 cambió su suerte, siendo encarcelado durante largos años en distintos recintos penitenciarios. En este contexto, Inmaculada y Orlando iniciaron una amistad que duraría más de 2 décadas, a pesar de las barreras geográficas y de experiencias de vida disímiles.
La solidaridad y apoyo de la joven española a la causa política de Orlando es reflejada en sus cartas: "Ya sé que es fácil decir esto, pero me duele ver cómo los pueblos como el chileno y muchos otros son oprimidos. Y me duele más cuando pienso que el resultado de esa opresión es que los países ricos seamos cada día más ricos. Yo no quiero entrar en ese juego, sé que el saber de ti será un ejemplo de vida solidaria que me ayudará a no formar parte del engranaje de una sociedad que hace ricos a los más ricos, haciendo más pobres a los pobres".
Inmaculada y Orlando nunca se conocieron personalmente, sin embargo, compartieron durante años sus preocupaciones y esperanzas, a través de este contacto epistolar que hoy conocemos a través de las cartas y testimonios compartidos por este militante comunista.