Niños del siglo XX
Uno de los capítulos más significativos de la vida es la infancia. Periódicamente todos volvemos a recordar esas historias de juegos, amistad y asombro. Pero para muchos, la niñez fue también una época de trabajo, traslados prácticas y costumbres ya en desuso.
Uno de los capítulos más significativos de la vida es la infancia. Periódicamente todos volvemos a recordar esas historias de juegos, amistad y asombro. Pero para muchos, la niñez fue también una época de trabajo, traslados prácticas y costumbres ya en desuso.
Los testimonios que han compartido buena parte de aquellos que han participado en Memorias del siglo XX han referido distintas experiencias de su vida como niños. Muchos de ellos han descrito sus primeros años como un periodo feliz, de intensa sociabilidad, pero también atravesado por dificultades, carencias y necesidad.
Olga Emhart, de la población Pantanosa, en Frutillar, recuerda cómo debía colaborar con las labores del campo, "me hacían barbechar, con un timón pesado. No podíamos ir a la escuela tampoco, pero también jugábamos cuando teníamos tiempo en la tarde, a la ronda, las escondidas, todos los juegos de niños".
En Andacollo, la vida no era muy distinta. Ofelia Cuello, oriunda del sector Maitencillo, cuenta que "de niños tuvimos que trabajar, trayendo animales. Mi papá tenía mulas, vacas, cabras. Había que sacar leche, hacer queso. Pero cuando llovía era bonito, el agua bajaba por las quebradas, y nosotros metidos en el agua, a patita pelada, y no nos enfermábamos".
La privación de recursos materiales no fue impedimento para encontrar espacios de entretención y disfrutar la niñez. En el conventillo "Chiflón del diablo", del barrio Yungay, Teresa Rodríguez recuerda como sus hermanos tuvieron que buscar empleo para ayudar en el hogar y permitir que los hermanos menores tuvieran más estudios. "Había mucha pobreza, pero éramos una familia feliz. El día del cumpleaños lo esperábamos con ansias porque ese día nos comíamos un pan entero y un huevo, ese era el regalo".
Por supuesto, los juegos son parte esencial de la infancia, "nosotros jugábamos a las bolitas y coleccionábamos cajetillas de cigarrillos", recuerda Carlos Cortez, de Chuquicamata, pero siempre los momentos de recreo alternaban con labores y trabajo doméstico "nosotros le teníamos mala a la compañía minera, porque éramos nosotros los que retirábamos los alimentos en la pulpería, eso significaba dos horas al día que perdíamos de jugar a la pelota".
En Barrancas (en la hoy comuna de Pudahuel) creció Juana Tobar, quien no dudaría en volver a ser niña, si pudiera "la niñez nuestra fue limpia, éramos libres, era distinta a otros niños".
Niños y adultos, al mismo tiempo
El trabajo infantil, y el verse de repente obligados a asumir obligaciones más propias de los adultos fueron una realidad en el campo y la ciudad. Inés González, del cerro Cordillera de Valparaíso, relata sus inicios en el mundo del trabajo, ganando experiencia a la corta edad de siete años, "era empleada doméstica, limpiaba, hacía el aseo, iba a comprar, y después la señora quedó esperando familia y le crié la niña que tuvo".
Luis Rojo Redolés, vecino del barrio Yungay desempeñó muchos oficios cuando pequeño "fui acomodador, vendía helados en el cine, iba a buscar las cajas, que eran las películas. Todo esto sin que mi familia supiera".
Ramón Astudillo, de San Felipe, trabajaba codo a codo con su padre pirquinero. De hecho, su enseñanza se dio primeramente en medio de los cerros, antes que en una sala de clases, "los mineros me enseñaron a leer y escribir, porque mi papá me llevaba y no le podía decir que no. Me enseñaron a sumar y a restar, y después cuando llegué a la escuela eso me sirvió mucho".
La niñez de muchas personas durante el siglo XX ha combinado sacrificio y felicidad, donde era posible pasarlo bien con poco, y también con el trabajo como una realidad conocida tempranamente. Esta colección incluye videos e imágenes que reflejan esos momentos, que son parte del tejido vital de las biografías de muchos adultos de hoy.